Los británicos votan el 5 de mayo en elecciones generales. Los franceses lo harán en referéndum el 29 de mayo para pronunciarse sobre la Constitución europea. Las encuestas indican que los laboristas de Blair revalidarán una histórica tercera mayoría, pero en Francia los sondeos señalan que el no a la Constitución va por delante del sí.
Tanto los laboristas como el Gobierno francés son partidarios de la ratificación del tratado constitucional europeo. Pero sus respectivos electorados, por razones distintas, les pueden dar la espalda. Si los británicos llegaran a pronunciarse en contra de la Constitución, sería un pequeño traspiés de un país que ha ido siempre a remolque en la construcción europea.
Pero si Francia dice no, se produciría una gran convulsión en la Unión. Primero porque la Europa que tenemos es fruto de la visión de franceses ilustres y valientes que actuaron con la magnanimidad de los grandes estadistas. Segundo porque el liderazgo europeo quedaría desmochado. Y tercero porque la generosidad de Alemania para europeizarse y sacudirse sus fantasmas se vería truncada por las trifulcas internas de la política francesa.
Napoleón no pudo ver cumplido el sueño de la unidad europea porque la pretendió imponer por la fuerza de las armas y por aquella arrogancia francesa que tanto molesta al resto de los europeos. El embajador británico en París, lord Clarendon, le dijo al emperador en sus días de gloria que “un país que propugna grandes cambios y carece de la voluntad de asumir grandes riesgos está abocado fatalmente a la frivolidad”.
La Europa de que disfrutamos ha sido posible gracias al impulso de la generosidad de los gobiernos y de las sociedades nacionales. Seguir construyendo Europa poniendo por delante los intereses particulares sobre los generales es imposible. Europa es un ámbito de convivencia entre culturas, pueblos y naciones después de que los monstruos goyescos del fascismo y el bolchevismo sembraran la muerte y el terror por todo el continente.
Europa ha conseguido, finalmente, construir una cultura de paz a pesar de las lógicas peleas y desavenencias. Pero ha hecho algo más notable, que es formar la más grande y más estable comunidad de democracias liberales de la historia.Una Europa en la que la poderosa Alemania se ha avenido en ser el motor de esta gigantesca realidad, mientras que Francia lideraba políticamente el proyecto como si fuera el principal y único impulsor. El no de Francia no supondrá el fin de nada. Pero los franceses dejarán de ser la referencia.