He pasado unos días en Berlín. Reconstruida, limpia y soberbia. Ha sido triste protagonista del turbulento siglo pasado y pretende ser la capital de la nueva Europa.
Se cumplían sesenta años del fin de la Guerra Mundial. Allí donde quedaban los escombros de lo que fue aquella tragedia se levantan hoy modernos edificios que albergan las instituciones de la Alemania unida, federal y europeísta.
Es una Alemania que no ha olvidado la responsabilidad de cuánto ocurrió en los trece horribles años del nazismo. Sólo desde este reconocimiento puede postularse para liderar la nueva Europa. De hecho, Alemania ha dedicado muchos de sus recursos a formentar la solidaridad en Europa. Ahora sólo falta que la generosidad sea también política, que se incline por europeizarse y no por germanizar a los europeos.
El futuro de esta Alemania que olvida su pasado es también el futuro de todos los europeos.
Berlín es una capital que merece una visita. Para recorrer la historia y para evitar que se repita.