Hay tantas definiciones de la política que cualquier planteamiento o cualquier ideología pueden tener un acomodo racional en el ámbito de la gestión pública de la vida de los ciudadanos.
He seguido con cierta atención y con un cansancio que pueden compartir muchos catalanes las intervenciones de los distintos grupos para defender, para corregir o para desautorizar el texto estatutario que será sometido a votación el próximo viernes.
Me han interesado todas las ponencias que expresan la sensibilidad de la pluralidad de la sociedad catalana manifestada democráticamente en las urnas. Sería impropio negar la legitimidad de una o varias de las intervenciones porque no coinciden con este o aquel grupo parlamentario. O que no respondan a lo que muchos catalanes aspiran de este Estatuto que tiene que ordenar jurídica, política y socialmente la realidad del país.
Una definición de la política que me interesa particularmente es aquella que dice que la política es lo que hay que aceptar, se quiera o no se quiera, en definitiva, lo que hay que hacer. La razón me dice que lo que hay que hacer ahora es aprobar el Estatut.
Primero porque si un gobierno que ha dedicado casi dos años a redactar un texto estatutario no consigue su principal objetivo es que habríamos estado gobernados por unos irresponsables.
Segundo porque el ridículo no afectaría solamente al gobierno tripartito y a los dos partidos que están en la oposición sino que caería sobre el conjunto de la sociedad catalana que no podría ocultar la frustración por mucho tiempo.
Pero hasta el día de hoy no hemos visto exponer en una sesión parlamentaria los posicionamientos legítimamente contrapuestos de los distintos partidos. El texto del Estatut ha llegado a la sociedad y los catalanes empiezan a saber de qué se trata al ver los matices y las sutilezas del debate del primer día.
Un Estatut no puede tener larga existencia si no es compartido por una gran mayoría de ciudadanos. Si no tiene en cuenta los derechos de las minorías o incluso de los heterodoxos. Una carta fundamental no es una operación táctica y ni siquiera estratégica.
Lo importante no es que se apruebe aquí, se tumbe en Madrid o vuelva lisiado a Catalunya. Lo que ciertamente importa es que garantice la libertad de todos y que permita una cierta comodidad para esta generación y las venideras. No me importa tanto si saldrá o no sino qué saldrá y cómo nos afectará a todos.