El salto arriesgado y en ocasiones suicida de los subsaharianos sobre las vallas de Ceuta y Melilla en busca de nuevos horizontes vitales no es un problema de fronteras locales en dos ciudades españolas rodeadas por territorio marroquí.
El gobierno tendrá que taponar esos dos agujeros por los que penetran en el espacio europeo personas que arriesgan sus vidas después de atravesar mares y desiertos para encontrarse con la policía y el ejército que les barran el paso. Los que consiguen burlar la vigilancia se sitúan en dos días en las grandes ciudades españolas, sin papeles, sin identidad y con un futuro incierto.
No es un problema del gobierno español que, a lo sumo, puede poner parches a los muchos boquetes que se han abierto en la Unión Europea con decenas de miles de personas que llegan de todos los puntos cardinales. Será muy difícil poner puertas al campo como bien saben en Estados Unidos donde residen 8 millones de latinos en situación de clandestinidad.
Sugiero trazar un paralelismo histórico remontándonos al siglo III y leer la biografía de Marco Aurelio, en Historia y Vida de este mes hay un excelente reportaje, y sus Meditaciones escritas en una tienda de campaña en las afueras de Viena.Marco Aurelio era un estoico, un gran gobernante que designó indirectamente a su sucesor Adriano, y que se convirtió en guerrero para combatir a los bárbaros que penetraban en el Imperio.
En los primeros años de su mandato los bárbaros saquearon regiones fronterizas en Oriente, en el norte y en el sur de Europa creando fricciones que acabarían con la dominación de la Roma imperial.No tienen nada que ver los bárbaros del siglo III con el alud de inmigrantes que pretenden penetrar en Occidente. Aquellos estaban organizados en bandas y en ejércitos. Los de hoy sólo transportan miradas hambrientas y esperanzas de una vida más digna. Pero están ahí y no habrá gobierno que los pueda detener.
Marco Aurelio se batía con los bárbaros porque pretendía preservar un continente de civilización y un modelo de vida humano que valía la pena defender. No le daban miedo los bárbaros sino la fragilidad de un imperio que se desmoronaba. En una carta a su hijo Cómodo le decía que tenía que entender que los hombres cometerán siempre, aunque te exaspere, los mismos errores.
Ahora también tenemos que preservar nuestra civilización integrando a cuantos lleguen. Este y no otro es el gran reto nuestro tiempo. Y no podemos cometer los mismos errores.Se puede preservar nuestra civilización dando acogida inteligente y humanista a cuantos lleguen de todos los confines. Pero es preciso que Europa no baje la guardia y sepa integrar en nuestros valores a los que vienen en son de paz y no de guerra.