Voy a ser provocativo. Soy partidario de la memoria histórica, de conocer lo que nos ha pasado para no caer en los endémicos errores cometidos colectivamente por haber olvidado nuestra historia.
Si hay que desenterrar la historia, hagámoslo seriamente, con rigor, sin caer en el cainismo de los buenos y malos. La guerra civil española fue una catástrofe colectiva, fratricida, en la que las responsabilidades se repartieron.
La habíamos enterrado sabiamente en 1978. No por borrar el pasado sino para olvidarlo y construir el futuro desde la conviviencia. Franco arrasó las tierras hispánicas conquistadas. La revisión histórica de los Pio Moa y César Vidal han urgado en la herida y quieren culpar exclusivamente a socialistas, comunistas y nacionalistas del gran desastre
No es cierto. Como tampoco es cierto que el llamado bando nacional, la derecha, fueran los únicos responsables de la tragedia que todavía nos atormenta a todos y que Antonio Machado, en aquellos tiempos, resumía de forma tan lúcida y acertada en su famoso poema:
«Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza.
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza.
Entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios»
Me gustaría que a nadie más se le helara el corazón. Pero vemos que desde las dos orillas hay quien se empeña en que vivamos atormentados todavía por aquella desgarradora y fratricida realidad.
Cuando la Alemania nazi perdió la guerra fue juzgada militar, política y moralmente. Los alemanes fueron humillados por las potencias vencedoras. Hoy es improbable que Alemania vuelva a cometer aquellos crímenes contra la dignidad humana en la que tantos alemanes participaron activa o pasivamente.
Pero cuando en 1989 cayó el comunismo, los europeos no llegamos nunca a condenarlo como una monstruosidad moral y política. Nos contentamos con un suave juicio político diciendo levemente que aquel sistema que sacrificó a millones de hombres y mujeres «no funcionaba».
Los Gulag fueron un incidente de la historia. No es así. Fueron tan indignos y miserables como los campos de exterminio nazis. Los primeros se cometieron en nombre del «hombre nuevo» mientras que los segundos se perpetraban en nombre de una «raza pura». Ay, cuando alguien promueve un hombre nuevo o un nuevo orden. Hay que huir despavorido. Todo es muy viejo, tan viejo, que siempre vuelve.