El presidente de Irán lo ha repetido en tres ocasiones desde su elección en el mes de junio. Mahmoud Ahmadinejad empezó diciendo que había que borrar a Israel del mapa de Oriente Medio, luego propuso que se entregara a los judíos algún territorio en Europa, Canadá o Alaska para que pudieran establecer su país y, por fin, ha afirmado que “los europeos han creado el mito del Holocausto que ha permitido a Israel situarse por encima de Dios, de la religión y de los profetas”.
Las declaraciones de Ahmadinejad han provocado el rechazo de la comunidad internacional y una condena rotunda de las Naciones Unidas. Pero el presidente iraní insiste en su discurso al tiempo que se dispone a proseguir con el programa nuclear que podría conducir a la consecución de la bomba atómica.
Las señales de alarma se han encendido, por si no hubiera ya muchas sirenas sonando para apagar los fuegos provocados por la inestabilidad, la violencia y el terrorismo en la zona después de la lamentable invasión de Iraq.
No merecen más comentario las obsesivas manifestaciones del líder iraní sobre Israel. Son inaceptables. Porque son injustas y porque es muy improbable que sus amenazas puedan cumplirse. Negar la existencia del Holocausto es un insulto a la inteligencia y una burla grotesca a la memoria de millones de judíos que fueron exterminados porque eran judíos.
Ahmadinejad puede que hable para su parroquia en la línea de la revolución que en enero de 1979 el ayatollah Jomeiny derrocó el régimen del Sha de Persia, aliado político, militar y económico de Estados Unidos. Aquella revolución ha tenido efectos devastadores para la estabilidad mundial y fue la avanzadilla ideológica de los fundamentalismos de corte islámico que han sacudido a Occidente con la perversa marca de Al Qaeda.
Los judíos, los que viven en Israel y los que residen fuera, han de dominar la memoria para no convertirse en rehenes de ella. Pero esta amenaza no es retórica ni demagógica. Va directamente contra la existencia del estado de Israel y contra la seguridad de Europa y Estados Unidos.
Irán es un país con mucha historia y con un gran potencial cultural y económico en Oriente Medio. Un presidente temerario como Ahmadinejad es un peligro para la zona y para el mundo que no puede contemplar con indiferencia este tipo de declaraciones incendiarias.