Si la música orwelliana empieza a sonar en Gran Bretaña ya podemos prepararnos en el continente para grandes conciertos bajo la batuta del Gran Hermano. Tony Blair ha conseguido lo que nunca ningún laborista había alcanzado en Inglaterra. Ha ganado tres elecciones generales consecutivas soltando lastre ideológico y dogmático, con un cierto populismo que le ha acercado a las clases medias que en nombre de la seguridad no rechazan un cierto recorte de las libertades.
Se da la circunstancia de que un gobierno de centro izquierda ha adoptado medidas que el conservadurismo de Thatcher introdujo bruscamente bajo aquella máxima de que “no existe la sociedad, sólo los individuos”. La Dama de Hierro tuvo como aliado imprescindible a Ronald Reagan y el primer ministro Blair tiene como compañero de viaje a George Bush.
El plan esbozado por Blair prevee medidas tan insólitas como expulsar a propietarios e inquilinos de sus casas por un periodo máximo de tres meses instalándolos temporalmente en “residencias de castigo”. Están previstos más de veinte mil agentes de apoyo social para vigilar que los niños asistan a clase incluyendo sanciones de prisión para los padres de hijos que no vayan a la escuela.
Las medidas son tan radicales como insólitas. La prensa popular, la que leen millones de británicos, acoge esta batalla contra el incivismo con una cierta comprensión y benevolencia. Pero el núcleo de lo que es la conciencia liberal británica contempla con sorpresa y preocupación esta nueva corriente de acción política que consiste en una intervención muy pormenorizada del Estado en el comportamiento de los ciudadanos.
Liberalismo económico y medidas duras para mantener el orden y la ley. No está en la tradición política de un país que ha sido y es modelo de las libertades públicas y privadas. Pero este parece ser el legado que Tony Blair quiere entregar a sus sucesores antes de abandonar el poder.
Se da la paradoja de que el nuevo liderazgo conservador de David Cameron parte de la premisa de que “la sociedad existe, pero es distinta del Estado”. El mensaje de los “tories” es más liberal, menos intervencionista en el plano teórico, que el de los laboristas.
La vigilancia vía satélite de los movimientos de todos los vehículos del país con facultad de imponer sanciones a quienes carezcan de seguro es una nueva y peligrosa relación entre la administración y los ciudadanos. Es lo que viene.