El nivel de la innovación en la Unión Europea está tan por debajo del de Estados Unidos que tendrán que transcurrir cincuenta años para que los europeos alcancemos a los americanos.
Lo publica el Financial Times de hoy recogiendo un informe presentado por la Comisión Europea. Por innovación entiende factores que van desde el número de graduados en ingeniería, química, física hasta la investigación y desarrollo, patentes y creación de productos de alta tecnología.
Europa va por detrás pero con distintas velocidades. Suecia, Finlandia, Dinamarca y Alemania pueden competir con Estados Unidos y Japón en términos de innovación competitiva. Francia, Italia y Gran Bretaña se encuentran en la zona media. Portugal, Chequia y Grecia están mejorando su posición. Suiza, que no está en la UE, ocupa la segunda categoría mundial.
Sólo Polonia y España están perdiendo terreno y transitan por la zona baja. No sé lo que ocurre en Polonia. Pero no me extraña que España esté tan rezagada. Los problemas aquí no son de innovación sino de revisión de la historia, de reformas estatutarias, de discursos decimonónicos, de unidad nacional, de Pascuas Militares, de «sevillanas» comparadas con «lenguas que no sirven para nada», de debates estériles y de simbologías superadas.
No es cierto que España esté dormida. La sociedad funciona, trabaja, busca la innovación y el progreso. Pero la clase política y las clases dirigentes se entretienen en otros menesteres. Y la clase mediática nos convertimos en sus portavoces. Mucho ruido y pocas nueces, «Much ado about nothing», como muy bien dijo el señor Shakespeare.