Leo en la prensa americana un estudio de la Universidad de Maryland en el que al preguntar si “la libre empresa y la economía de mercado son el mejor sistema para construir el futuro del mundo”, los chinos son los más partidarios.
Es una encuesta hecha a más de veinte mil personas en veinte países del mundo.Los chinos van primeros con un 74 por ciento, les siguen los filipinos con un 73 y los americanos con un 71. Más de la mitad de los franceses no creen que el capitalismo sea el futuro.
En cambio, los españoles y los italianos, nos sentimos cómodos con los ideales de Adam Smith con un 63 y un 59 por ciento respectivamente.
La encuesta es un pretexto para comentar la irrupción de más de dos mil millones de asiáticos en el mercado y en el consumo globales.
La fascinación por Oriente ya la puso por escrito Cervantes en el prólogo de la segunda parte del Quijote que da cuenta de que “el grande emperador de la China” le pidió un ejemplar.
China es un misterio para los occidentales pero, a la vez, es una realidad que hace que la quinta parte de los humanos sean chinos que quieren participar activamente en un mundo hasta ahora dominado por Occidente.
El singular capitalismo chino está presidido todavía por el cuadro de Mao que cuelga a la entrada de la Ciudad Prohibida de Pekín. Cuentan que en las felicitaciones de Año Nuevo que han llegado aquí de aquellas tierras se pueden leer expresiones como “mucha felicidad y muchos beneficios para el 2006”.
Pero detrás del gigante chino viene a muy poca distancia la potencia de la India que és más competitiva, es un país democrático, goza de altos niveles de educación y exporta por millares a profesionales adiestrados en alta tecnología.
India y China no son una amenaza para la estabilidad internacional. No tienen intenciones de conquistar nuevos territorios. Pero su aparición masiva en el mercado global les ha convertido ya en potencias cuyas decisiones tendrán consecuencias imprevisibles para la vida de los que no estamos en Asia.
André Malraux utilizó sus estancias en China para construir sus interesantes teorías. Alain Peyrefitte, hagiógrafo de De Gaulle, escribió aquel libro un tanto profético titulado “Cuando China despierte”. Ya ha despertado y se mueve como un dinosaurio por los mercados del mundo flanqueada por India.´
Aquí estamos entretenidos con la Nación y el Estatut. Con la patria, «agáchate, hijo, que viene la patria», le dice una madre a su hijo en la novela El Gatopardo de Lampedusa. Qué pesada es la patria. No digamos cuando las patrias son como trenes que circulan en dirección opuesta por la misma vía y no quieren detenerse. El choque es inevitable. Seamos un poco más responsables. Todos.