El conflicto de las burlescas viñetas danesas sobre el Profeta unió a todos los musulmanes que salieron a las calles, quemaron embajadas y banderas europeas y se enfrentaron a su propia policía con muchos muertos por el medio.
Visité la mezquita dorada de Samarra cuando Saddam Hussein libraba una larga y sangrienta guerra contra Irán. La mezquita era uno de los centros más sagrados del chiísmo que creen que el mesías desapareció de aquel lugar para regresar el día del juicio final.
Fue destruida por unos fanáticos sunitas y la respuesta ha sido sangrienta e inmediata. Cientos de sunitas han sido asesinados a sangre fría por chiítas airados y vengativos.
La amenaza más grave para la paz en la región comienza por la intolerancia y las disputas eternas entre las dos sectas musulmanas. Los chiítas son más numerosos en Iraq donde nunca han tenido el poder. Pero sí que lo tienen en Irán donde la gran mayoría son chiítas.
Otra amenaza es la presencia de más de doscientos mil soldados invasores que han impulsado elecciones, referendums, gobiernos interinos, constituciones y tribunales de justicia que son incapaces de juzgar a Saddam Hussein. Ya es un sarcasmo que el dictador iraquí pueda discutir la autoridad moral del tribunal que le juzga.
Primero había armas de destrucción masiva, después terroristas, más tarde insurgentes, luego pugnas tribales y ahora enfrentameinto religioso radical. En el camino se amontonan decenas de miles de muertos.
¿Valía la pena?
¿Es esta la superioridad moral de Occidente creando más problemas de los que había?
¿Cómo se puede tener la arrogancia de exportar la democracia imperial pensando, Donald Rumsfeld dixit, que Estados Unidos lo pueden hacer todo en el mundo sin la ayuda de nadie?
Se perfila una situación en la que el chiísmo mayoritario iraquí quiera ajustar cuentas con los sunitas que siempre les han impedido que gobiernen en Iraq.
En vez de democracia lo que podemos tener pronto son regímenes islámicos mucho más radicales y más anti occidentales que los que había hasta ahora.
Caray, con la exportación de la democracia.