La polémica acompañará indefinidamente la muerte de Slobodan Milosevic en una celda de La Haya pocas semanas antes de que el juicio del Tribunal Internacional de Justicia terminara sus trabajos que se han prolongado cuatro años.
Se va a debatir en las próximas generaciones si el autor ideológico y político que desató la “limpieza étnica” en la Yugoslavia que dejó Tito murió de muerte natural, fue envenenado o asesinado. La literatura que cultiva el misterio tiene un gran tema, al margen de lo que digan los informes forenses que se han practicado sobre su cadáver y de las declaraciones oficiales que se suceden estos días.
Decía Winston Churchill que habría sido una farsa juzgar a Hitler. Los procesos de Nürenberg fueron sumarísimos y relativamente breves. Los colaboradores del “führer” fueron juzgados por el tribunal que aplicó la justicia de los vencedores.La guerra de los Balcanes fue la primera tragedia desde 1945 en el “vientre de Europa”, expresión de Salvador de Madariaga, que fue el producto de dirigentes perversos, criminales en muchos casos, que estimularon la confrontación étnica por motivos políticos, personales y también económicos.
En vez de afrontar los problemas de una federación desmembrada como consecuencia de la caída del Muro de Berlín llevaron a sus respectivos pueblos a una guerra atroz por motivos étnicos y religiosos.Milosevic fue el principal responsable de la muerte de decenas de miles de musulmanes, kosovares y croatas quienes, a su vez, cometieron atrocidades contra serbios que vivían en sus respectivos espacios nacionales.
En tiempos de Tito se decía que Yugoslavia estava formada por seis repúblicas, cinco naciones, cuatro lenguas, tres religiones, dos alfabetos y un partido. Pero tras la muerte de Tito en 1980 el partido comunista se debilitó y la presidencia rotativa de las nuevas repúblicas semi autónomas acabó en un fiasco político que condujo a una guerra que pudo detenerse gracias a la intervención militar norteamericana y la decisión política de la Unión Europea de contribuir a la pacificación de la ex federación yugoslava.
Milosevic fue llevado al Tribunal Internacional de La Haya para ser juzgado en función de sus crímenes y no en razón de los vencedores que no tenían una paternidad definida. El tribunal dió oportunidad a Milosevic de defenderse de las acusaciones personalmente dando oportunidad al demandado de interrogar a todos los testigos presentados por la acusación o por los que él mismo solicitó que naturalmente no eran inculpatorios.
Milosevic negó la mayor de las acusaciones desautorizando la idea de la Gran Serbia para limpiar étnicamente los territorios dominados por Belgrado. Eran inventos de sus enemigos que no tenían en cuenta la brutalidad de todas las guerras de la historia.
Pero el hecho es que miles de serbios fueron armados en Croacia y Bosnia mientras miles de musulmanes civiles eran confinados en campos y asesinados en 1992 utilizando el ejército que estaba a las órdenes de Milosevic que lo utilizó para el expansionismo sin escrúpulos de la Gran Serbia. Fue una guerra étnica y su principal instigador iba a ser juzgado por el Tribunal de La Haya.
No podrá ser juzgado en vida. Pero la historia se encargará de exponer que una política étnica hasta el extremo de la eliminación de otras etnias no tiene cabida en Europa después de las amargas y crueles experiencias que puso en marcha y ejecutó el III Reich. Sería arriesgado culpar a todos los serbios, croatas o musulmanes de los crímenes cometidos en los años noventa. Hay que juzgar a las minorías de fanáticos que no representaban el sentir de unos pueblos que habían podido convivir.