El fin del terrorismo no se producirá de un día para otro. Ni con la comparecencia de tres encapuchados de ETA anunciando un alto el fuego permanente ni con la voluntad y generosidad de todos para que no haya más violencia. Lo más positivo de la declaración de ayer es que no habrá más muertes y que los ciudadanos españoles podrán salir a pasear con la seguridad de que una pistola o una bomba no les va a quitar la vida.
La euforia que acompaña a declaraciones tan importantes hay que matizarla con la prudencia. No es la primera vez que ETA declara una tregua. Recuerdo una visita que hizo a este diario Jaume Mayor Oreja, ministro del Interior, pocos días después de que ETA anunciara la tregua de septiembre de 1998. Es una tregua trampa, nos dijo el ministro, en una cena que no desprendió precisamente optimismo. Y acabó siendo una tregua trampa porque parte del PP así lo interpretó.
Pienso que no hay que agradecer nada a quienes hablaban ayer en nombre de los que han matado a más de ochocientas personas inocentes. Pero lo que sí hay que aprovechar es el momento y avanzar hacia una paz definitiva.
No puede la clase política arrojarse discursos a la cara sino analizar los hechos. Y los hechos son que ETA anuncia un alto el fuego permanente. Esta decisión no es gratis y lógicamente tendrá un precio político. Lo único que habría que determinar es cuál es el precio contando con las decisiones del gobierno avaladas por el Congreso de los Diputados. El Estado no puede perder la batalla. Pero puede ser generoso y buscar una salida que permita que la convivencia pueda prosperar en las tierras hispánicas.
La experiencia británica con el IRA hay que tenerla en cuenta. La clase política ha estado siempre unida, tanto en las estrategias equivocadas como con las acertadas. Tendríamos que llegar al punto en que el terrorismo fuera el problema a combatir y no el adversario político.
Los gobiernos de Aznar hicieron lo que consideraban más oportuno. Rodríguez Zapatero ha abierto otros cauces. Si sale bien, si desaparece el dolor de futuras víctimas, hay que felicitarse. No será un éxito del gobierno sino de todos los españoles, del sistema democrático, de las libertades. Se ha abierto un proceso que transmite una cierta esperanza. Sería un grave error mantener la lucha partidista con el terrorismo como telón de fondo. El comunicado de ETA, con todas sus complejidades, es un pequeño paso hacia la pacificación. Hay que aprovecharlo.