Es interesante resaltar la corriente de fondo que se apreciaba el domingo por la noche al ser aprobado por una clara mayoría el nuevo Estatut de Catalunya. Todos y cada uno de los partidos deberán reflexionar por qué sólo la mitad de catalanes se molestaron en votar. La abstención no tuvo padre ni madre. Simplemente muchos ciudadanos se quedaron en casa por cansancio, por que no querían participar de la confusa y errante confección del Estatut o por las razones que hubieran tenido por conveniente.
El Estatut ha sido aprobado, es legítimo y legal. Lo que han decidido la gran mayoría de catalanes será difícil que sea modificado por recursos que sean presentados por el Partido Popular.
Decía que las corrientes de fondo son las que cuentan y las que marcan las líneas maestras de la actuación de un colectivo a medio y a largo plazo. Son las que hacen evolucionar las inexistentes fotos fijas. La posición de los partidarios del Sí y del No han pasado a la historia para futuros analistas. El hecho cierto es que Catalunya dispone de un nuevo instrumento jurídico que amplía sus competencias y mejora su financiación.
Se ha superado la etapa más difícil pero no la más importante que no es otra que la gestión de la nueva realidad jurídica respecto a las relaciones de Catalunya y España. El texto aprobado tiene apartados ideológicos, identitarios y pragmáticos. Queda mucho debate por delante que dependerá de la formación del nuevo gobierno antes de que termine el año y también de la altura de miras, la calidad política de los nuevos gestores y el respeto que habrá que tener por los intereses contrapuestos de todos los ciudadanos.
Coincido en la urgencia de convocar a los catalanes cuanto antes a las urnas ya que el gobierno saltó por los aires el día en que Esquerra Republicana era desplazada del tripartito y que la precaridad del gobierno Maragall es manifiesta. Cada partido tendrá que trasladar a los ciudadanos sus planes para gestionar la nueva realidad jurídica y política de Catalunya y tendrá que valorar qué perfiles son más idóneos para convencer al mayor número de catalanes.
No hay problemas de liderazgo en CiU donde Artur Mas es el candidato indiscutible a la vista de que el Sí ha sido más numeroso en los distritos tradicionalmente convergentes. Tampoco Joan Saura está en discusión. Esquerra Republicana tendrá que reflexionar sobre la evidencia de que las urnas castigan inexorablemente a las formaciones que no se presentan unidas ante el electorado.
Josep Piqué tendrá que administrar su equidistancia entre el núcleo más duro del Partido Popular y quienes piensan que para recuperar el gobierno es urgente que el partido de Rajoy vuelva a transitar por la calle principal tanto en España como en Catalunya.
La incógnita está en qué candidatura presentarán los socialistas catalanes. Maragall puede pasar a la historia como el president del Estatut. Su idea de la España plural con tendencia a convertirse en una España federal ha empezado a rodar. Puede intentar repetir la candidatura por tercera vez consecutiva. Pero tiene que calcular si el socialismo español y el socialismo catalán le consideran el candidato más apto.
Sino es así tiene la oportunidad ahora de salir por la puerta grande como el alcalde de los Juegos Olímpicos y el president del Estatut. Enfrentado a Zapatero y a Montilla no va a llegar muy lejos, es más, no va a llegar a ninguna parte.
Catalunya y España necesitan ahora tranquilidad, reflexión, mucha gestión y escuchar a los ciudadanos que no quieren vivir en crispación permanente cuando las cosas, en general, van relativamente bien. Vivimos tiempos nuevos y el éxito del futuro dependerá de la altura política y moral, del prestigio, de sus líderes, nuevos o viejos.