De los cientos de millones de personas que vieron el partido entre Alemania e Italia, dos murieron asesinadas en un cine de una perdida pequeña ciudad en el centro de Somalia.
El grupo armado que se hace llamar la Unión de los Tribunales Islámicos, tomó el control de la capital, Mogadiscio, el 5 de junio pasado después de una lucha sangrienta con los señores de la guerra que dominaban buena parte del país después de la frustrada intervención militar ordenada por el presidente Clinton en 1993.
Los nuevos dueños de la situación en Mogadiscio han decretado la ley islámica estricta que prohibe, entre otras cosas, las salas de cine y la retransmisión de los Mundiales de fútbol por insertar anuncios de alcohol explícitos o implícitos. Estos talibanes somalíes controlan la parte más poblada del país mientras el gobierno reconocido por las Naciones Unidas se encuentra aislado e indefenso en la ciudad interior de Baidoa.
Somalia ha sido refugio de talibanes y radicales terroristas islámicos desde hace más de diez años. Ocupados y preocupados por la guerra de Iraq y por la situación en Afganistán, Somalia se proyecta como una nueva pesadilla para la lucha contra el terrorismo internacional.
El atentado contra la embajada americana en Kenia en 1998 y el que causó muchas víctimas en un hotel de Tanzania en 2002 fueron preparados y dirigidos por radicales que estaban organizados en Somalia.
Ahora hay un gobierno islámico en Mogadiscio y otro de carácter civil en Baidoa. Las organizaciones internacionales africanas, la ONU y la Unión Europea conocen el germen de desestabilización y de acciones de terror que comportan la Unión de Tribunales Islámicos que se ha apoderado de Mogadiscio.
En la capital se han concentrado árabes, afganos, pakistaníes, palestinos y sirios. Estamos ante un nuevo laboratorio de ideas y de estrategas integristas que ensayan sus acciones en los países vecinos siguiendo el discurso del aquel mullah Omar que escapó en motocicleta de los bombardeos norteamericanos en Afganistán y que se autoproclamaba emir de un califato naciente en Asia Central.
Somalia ha permanecido quince años sin gobierno a merced de clanes, de señores de la guerra y de intereses occidentales.La guerra global contra el terrorismo es algo más que una batalla convencional, con ejércitos y fronteras. Es una guerra de ideas que no se gana sólo con la fuerza porque las ideas se filtran y son de los que se las quieren hacer propias.
El combate no es de ejércitos sino de ideas. Occidente las podía hacer circular y convencer con el poder blando sin necesidad de recurrir al poder duro. La guerra será larga.