Aznar habla un inglés macarrónico, sin acento identificable, extraño y sincopado. Pero lo habla y se le entiende. Al menos eso es lo que él cree. Ninguno de sus antecesores monclovitas puede decir lo mismo. Aplaudo su voluntad y su pertinacia.
Zapatero es negado para los idiomas. Adolfo Suárez, al menos, en una conferencia de prensa ofrecida en la embajada española en Londres, dijo que no hablaba muy bien inglés y después de decir «good morning» pasó a la lengua de Cervantes. No es que no lo hablara muy bien. No tenía ni idea.
Aznar se descuelga en universidades y foros conservadores de Estados Unidos con visiones apocalípticas sobre las desgracias que nos esperan. Tiene un aire cada vez más charlotinesco, severo, salido de algunos personajes de la película Alatriste.
Pero cada uno es como es, tiene el aspecto que tiene y habla como puede para hacerse entender. Mientras una facción del Partido Popular está encallada en el 11 de marzo de 2004, siguiendo algunos exaltados muecines mediáticos madrileños, hay otro segmento nada despreciable que observa con inquietud que con este discurso que mira exclusivamente al pasado no volverán al poder.
El propio Rajoy se desmarcó de Aznar que se sorprendía de que los musulmanes no hubieran pedido todavía perdón por haber invadido España en el año 711. Las Nuevas Generaciones del PP van en la dirección centrista. Javier Arenas afirma que sólo se pueden ganar las elecciones desde la pista central.
El problema es si este cambio de rumbo será percibido por la sociedad que tiene la idea de que el PP de Aznar y de Rajoy no saben perder y están cabalgando a lomos de unos cuantos radicales que centran su discurso en una conspiración que les echó del poder y que estaba auspiciada por el terrorismo islámico, ETA, Rubalcaba y los socialistas, la prensa vendida a la izquierda, la policía y la guardia civil al servicio del cambio de tortilla, jueces que no instruyen con criterios jurídicos y no sé cuantas cosas más.
A Josep Piqué le tratan como apestado. Y es de lo suyos. Y no digamos a Ruíz Gallardón que se dedica todo el día a zascandillear a la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre. Han llegado a acuñar la frase de Picardón (ya me entienden, Piqué y Gallardón), como en tiempos recientes se referían a Rovireche para establecer el lazo entre Carod Rovira y el lehendakari Ibarretxe.
Todo esto es poco serio, poco europeo, escasamente democrático. La libertad se lo traga todo, lo permite todo, lo aguanta todo.
Pero llegarán las urnas y esa misma libertad se pronunciará solemnemente. No auguro grandes alegrías a los apocalípticos que liderados todavía por Aznar piensan que la mayoría de ciudadanos somos imbéciles.