La supresión de una ópera de Mozart, Idomeneo, del repertorio de la Deutsche Opera de Berlín por el miedo a provocar reacciones violentas de los islamistas radicales, ha levantado una gran controversia en Alemania y una preocupación por las libertades en toda Europa.
La producción acababa con el rey cretense, Idomeneo, llevando decapitados a Poseidón, Neptuno, Jesucristo, Buda y Mahoma, una escena añadida al original mozartiano por el director de la obra.
La policía berlinesa aconsejó al director artístico de no representar esta ópera por el temor a la violencia de los integristas islámicos. Políticos y académicos han censurado esta decisión en un país de cultura tolerante y democrática desde el fin de la guerra, amenazada ahora por las minorías que han sido protegidas en Alemania desde la libertad y el respeto a sus costumbres y a sus creencias.
Acabo de leer el libro “Sin raíces”, dos conferencias pronunciadas por el presidente del senado italiano, Marcello Pera, que habló en la Universidad Pontificia de Roma y el cardenal Ratzinger que pronunció su discurso en el Senado italiano.
Del pensamiento del Benedicto XVI respecto al Islam tras su cita en Ratisbona de un diálogo entre un emperador Bizantino y un sabio persa, se ha escrito ya casi todo. Pero me han interesado especialmente las aportaciones de Pera, un popperiano que ha bebido en Kant y Hume, al referirse a un relativismo laico y político que Ratzinger señala desde la fe.
Dice Pera que “mientras proclamamos que todas las culturas son iguales, Occidente se siente culpable de los errores que hemos cometido en el mundo”. ¿Por qué hemos de sentirnos culpables, dice Pera, de haber inventado el concepto de libertad, de democracia, de derechos humanos, de los avances de la ciencia y la tecnología, todos los conceptos que pueden tener una aplicación universal al servicio del hombre al margen de sus creencias?
Si no eres consciente de los valores y de la dignidad de tu propia cultura, entonces no sientes la necesidad de defenderla y consideras la exportación de estos conceptos como una imposición de una forma de vida sobre otra igualmente digna y respetable.
Cunde la idea en Europa de que el terrorismo es una guerra reactiva y no agresiva. No es así. La violencia viene del otro lado. Benedicto XVI parece que quiso poner de relieve el abismo entre un Dios sin racionalidad, el Islam de los radicales, y una racionalidad sin Dios, el relativismo que circula en Occidente