Lo hemos conseguido. Ha costado pero al final ha sido una realidad. Que los periodistas tengamos más influencia que los políticos es una vieja historia. Pero el poder estaba siempre en manos de los políticos. El equilibrio ha cambiado y los medios de comunicación hemos acaparado la influencia y el poder. Al menos así lo pensamos. Qué ingenuos.
En la campaña electoral catalana ocupan más espacio los líderes mediáticos, los opinadores, los críticos de televisión y de radio, los cocineros que hablan de política, las señoras de los candidatos, que los propios políticos que se hunden en los pies de página intentando explicar sus programas.
La campaña tiene más aire de un «reality show» que de un debate para trasladar a la sociedad las soluciones a sus intereses, a sus problemas, a sus ambiciones, a sus dificultades para simplemente ir tirando.
Se entrevista a las señoras de los candidatos. Nada que objetar. Pero lo que diga o piense la señora tal o cual puede tener importancia para su pareja pero es absolutamente irrelevante para el futuro gobierno de un país.
Se celebra un único debate con todos los candidatos en la televisión pública catalana. Al final, según la mayoría de valoraciones, el ganador fue el presentador, Josep Cuní, que declinó aceptar las ofertas que algunos de los candidatos en el plató le llegaron a formular para proclamarle presidente.
No nos engañemos. A pesar de tanto opinador, de tanto líder mediático, de tanta parafernalia de la banalidad, de todas las frivolidades posibles, me parece que se está estrechando el vínculo entre políticos y periodistas. Ante muchos ciudadanos somos una misma cosa.
El ideal para mí es que cuanto más distanciamiento haya entre los políticos y los medios, mejor irá para los ciudadanos. El periodista, en general, se ha aliado con los políticos, con los poderosos de la economía y las finanzas, con el éxito y con los famosos. Se ha olvidado de los ciudadanos.
Un maestro de periodistas, Indro Montanelli, decía algo en lo que estoy de acuerdo: «los galones de un periodista, jamás me cansaré de repetirlo, son los lectores. Todo lo demás es una traición al oficio».