El proceso de paz con ETA está encallado desde hace muchas semanas. De hecho, no sé si ha avanzado mucho desde que el presidente Zapatero informó al Congreso que el gobierno abría negociaciones con la banda terrorista y con su brazo político, la ilegalizada Batasuna.
La violencia en las callles, el intento frustrado de rociar a un guarda urbano, la gran manifestación del sábado y la vuelta ocasional de la kale borroka no permiten al gobierno dar ningún paso.
El tono de las palabras de Otegi y de los dirigentes de Batasuna indican que la presión sobre el gobierno no es en la mesa de negociaciones sino en la fuerza.
Zapatero no puede ceder en nada mientras haya violencia. Ya dijo que el proceso sería largo, complejo y difícil.. Pero no que ocho meses después no se hubiera avanzado prácticamente nada.
El presidente del gobierno se juega mucho en esta operación. Si le sale bien puede llegar a las elecciones generales muy cómodo. Si se rompe la tregua, el Partido Popular tendrá en bandeja la oportunidad de desacreditar el proceso de paz y causarle un susto muy serio.
No hay que esperar muchas informaciones sobre la marcha del proceso. Es lógico. Pero empieza a cundir la sensación que lo que no tiene Zapatero una hoja de ruta. Parece que la ha perdido.