Jaime Arias llevaba las antenas puestas. Siempre. Lo recuerdo cuando en 1969 entró en la sección de Internacional de La Vanguardia cuando ya llevaba a sus espaldas una larga trayectoria periodística. Era una redacción de lujo. Estaban los hermanos Santiago y Carlos Nadal, Lluís Permanyer, José Casán, Tomás Alcoverro, Valentín Popescu, Antonio Carrero, Miriam Josa, Maria Dolores Masana, Jordi Piquer y Pepe Guerrero. Estábamos en la gavia de cristal de Internacional, un espacio limpio, hermético, tranquilo.
Un lugar adecuado para hablar, leer la prensa extranjera, conspirar sobre la política del momento con las personalidades de una cierta Barcelona ilustrada y liberal que desfilaban al caer el día por aquella redacción que estaba muy conectada con Europa y el mundo. Albert Manent era un asiduo. También catedráticos de Derecho y gentes de letras.
Jaime llegaba cargado de papeles, de libros, de recortes de diarios. Se sentaba y abrazaba un montón de teletipos que los leía sobriamente separando el trigo de la paja en poco tiempo. Era un hombre ordenado de cabeza que vivía en un aparente desorden. Tenía teorías inesperadas que unas veces se cumplían y otras no. Había visitado Estados Unidos, Inglaterra y Alemania varias veces y era una antena aliada en Barcelona. Se educó en Francia y aprendió la pasión por la lectura.
Al poco tiempo pasó a dirigir la sección que entonces se conocía como Nacional y que ahora lleva el nombre más adecuado de política. Jaime fue clave en la interpretación que se dio desde La Vanguardia y desde Catalunya a la transición. Se vio con todos los personajes que participaron directamente en aquel proceso. El 23-F se quedó en su despacho hasta que a la mañana siguiente salieron los golpistas del Congreso. Tomaba bocadillos y cafés. Y llamaba ininterrumpidamente por teléfono.
Su casa era un arsenal de libros de historia, pensamiento político y periodismo. Muchas biografías de los que hicieron Europa después de la guerra. Jaime era un periodista de la guerra fría, un europeista y un humanista. No pretendía ser experto en nada pero sabía las claves de muchas cosas. De lo local saltaba a lo global y de lo internacional deducía la política nacional. En poco tiempo hemos perdido en La Vanguardia tres internacionalistas que han interpretado el mundo según lo veían, con distanciamiento pero con compromiso. Me refiero a Jaime, a Xavier Batalla y a Carlos Nadal.
El 18 de noviembre de 1985 acudimos a cubrir la cumbre entre Reagan y Gorbachev en Ginebra. Salimos en tren desde Barcelona. Compramos todos los diarios que había en el quiosco de la estación de Francia. Varias horas de lectura, de contemplación del paisaje y, sobre todo, de conversación.
Jaime era un gran conversador y un hombre de una curiosidad humana e intelectual sin limites. Fue en aquella cumbre ginebrina donde un secretario general de la Unión Soviética daba una conferencia de prensa abierta. Vimos a un Gorbachev que intentaba convencer a la gran prensa internacional que iba a liberalizar la Unión Soviética. Créanme, nos dijo a los que recibíamos aquel inesperado mensaje en una sala de prensa abarrotada, créanme, voy en serio y la “perestroika” y la “glasnost” no son sólo palabras.
Al salir era noche oscura. Caía una intensa nevada en Ginebra. No encontramos taxis y andamos por las orillas frías y resbaladizas del lago hasta llegar al hotel con la ropa blanqueada por la gran nevada.
No íbamos deprisa. Jaime se detenía dos o tres minutos para reflexionar en voz alta sobre lo que habíamos escuchado. Se volvía a parar. La cara y el sombrero estaban helados. Señalaba con el dedo, una actitud muy suya, diciendo que aquel hombre, Gorbachev, iba en serio. La vuelta en tren fue un despliegue de su sabiduría sobre lo que había sido el siglo pasado. Jaime hablaba despacio pero también con energía. Vivió la transición y conocía las grandezas y miserias de los políticos que hicieron posible aquel cambio.
Su lealtad a La Vanguardia y a la familia Godó eran sinceras. Hace cinco días Javier Godo le visitó en la residencia donde le cuidaron con afecto y cariño. Se incorporó y empezó a hablar de la historia del diario en tiempos de la Guerra Mundial. No parecía que su fin fuera inminente.
Desde hacía años me decía que estaba en la estación Termini. Esperaba el tren que le llevaría a otro mundo. En palabras de Machado, tenía un pie en el estribo, ligero de equipaje. Se ha llevado la amistad de todos los que le tratamos. En mi caso, durante 44 años en los que conversamos miles de horas.
Publicado en La Vanguardia el 13 de octubre de 2013
Sr Foix:Un dels molts peatges que ens toca pagar en fer-nos grans és la quantitat de gent estimada que marxa per sempre.
Tots sabem que la mort, tard o d’hora,ha d’ arribar i sí que ha estat una sort poder-los tenir però el dolor que ens deixa la seva absència és tan punyent..! Molts ànims.
Sr. Foix: Me quedo con algunas frases que Vd. cita y que definen a su amigo y compañero Jaime Arias…» Jaime Arias llevaba las antenas puestas. Siempre. … Era una redacción de lujo. … Y Vd. cita a varios personajes ó compañeros il·lustres. …Tenía teorias inesperadas que unas veces se cumplían y otras no. …Jaime fué clave en la interpretación que se dió desde La Vanguardia y desde Catalunya a la transición. …Su casa era un arsenal de libros de historia, pensamiento político y periodismo. …No pretendía ser experto en nada però sabia las claves de muchas cosas. … En poco tiempo hemos perdido en La Vanguardia tres internacionalistes que han interpretado el mundo según lo veían, con distanciamiento però con compromiso. …Me refiero a Jaime, a Xavier Batalla y a Carlos Nadal. … Jaime era un gran conversador y un hombre de una curiosidad humana e intelectual sin limites. … Jaime hablaba despacio però también con energia. …Vivió la transición y conocía las grandezas y miserias de los políticos que hicieron posible aquel cambio. …Desde hacia años me decía que estaba en la estación termini.»
Descanse en Paz, Jaime Arias.
Pienso que en la España y la Cataluña hacen falta estos grupos humanos de periodistas, éticos y honrados que forman un equipo capaz de » interpretar » con verdadera honradez y ética la política que gobierna un país, como también a sus propios Tea Party políticos o poder invisible en la sombra.
Com que tu, per modestia, no ho pots dir, deixa’m, amic Lluis, que ho digui jo: tu també formaves part integrant –i destacada– d’aquella «redacció de luxe» de que parles, el nucli de la qual era la Secció d’Internacional de La Vanguardia.
Fa molts anys, després de mesos de col.laborar com a columnista a La Vanguardia, vaig deixar-ho el dia que l’amic Jaime Arias em va fer saber, amb molta delicadesa, que l’últim que havia enviat no encaixava gaire en la línia del diari. Ho vaig sentir, però li agrairé sempre l’educada sinceritat com m’ho va comunicar. Estava jo, sembla, en una etapa d’articulista molt crític.
«» Al cabo nada os debo…me debéis cuanto escribo»»…
Descanse en paz Jaime Arias.
https://www.youtube.com/watch?v=VPWaLmtjqfU
Dec un regal a Jaime Arias. Fa poc, en un «esmorzar europeu» al CIDOB, em va dir que la mirada no enganya i que ell sabia que jo dic el que penso. Voldria no equivocar gaire el meu pensament!
Sencillament entranyable. Recordo que el vaig veure el dia de la presentació del seu llibre, » La marinada sempre arriba» , assegut a la primera fila. Una altra persona de seny i poca rauxa que es trobarà a faltar en moments de tensió com els d’ara.