Los pequeños pasos que ha dado la Unión Europea han sido tranquilos, silenciosos, burocráticos si se quiere. Pero han sido gestos importantes. Este primero de enero se ha puesto en marcha el libre movimiento de trabajadores europeos en todos los países de la Unión.
Los trabajadores búlgaros y rumanos ya podrán trabajar sin restricciones en 19 países que no les pedían trámites adicionales y podrán residir en cualquier territorio de la Unión. No sé qué actitud adoptará el gobierno francés respecto a los miles de rumanos acampados en las afueras de París.
Esta decisión contrasta con el fuerte debate en Inglaterra sobre el derecho de rumanos y búlgaros a trabajar en la isla y las reticencias de los conservadores de Baviera de restringir el acceso de os inmigrantes al sistema de prestaciones sociales. El primer ministro Cameron ha amenazado en expulsar a todos los inmigrantes que pidan limosna en las calles.
La prensa amarilla londinense ataca a los rumanos y búlgaros como un peligro para el trabajo y la seguridad de los británicos. En Francia, el partido de Marine Le Pen es de una dureza extrema contra todos los inmigrantes.
Mientras estas medidas entraban en vigor en toda la Unión, un millar de inmigrantes llegaron a la isla italiana de Lampedusa después de travesías fatigantes procedentes de Etiopía, Eritrea, Egipto y otros países del Magreb. El clima favorable no ha causado víctimas entre los recién llegados que han sido destinados a varios centros de acogida italianos donde les espera un futuro incierto.
Europa ha sido un lugar de acogida, de trasiegos migratorios procedentes de todas partes. Es un lugar atractivo aunque atraviese una crisis muy grave. El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, dijo que no se “pueden sacrificar las grandes conquistas europeas en el altar del populismo político” y que la libertad de movimiento de los trabajadores es una parte irrenunciable de la integración europea. Los socialdemócratas coaligados con la mayoría parlamentaria de Ángela Merkel son un punto de resistencia al rechazo al extranjero que se observa en algunas partes de Alemania.
Limitar la libertad de movimiento de los trabajadores en la Unión Europea daña a Europa y daña a Alemania, dijo el ministro Steinmeier. Se calcula que unos tres millones de rumanos y búlgaros viven en el resto de la Unión donde se han desplazado desde que los dos países ingresaron en 2007.
Hemos pasado de regular la inmigración a perseguirla y a echarla de nuestras sociedades. Antes se necesitaban y ahora sobran. No es propio del espíritu que ha hecho posible la actual Europa. El filósofo Tzvetan Todorov, nacido en Bulgaria y afincado y respetado intelectualmente en París, ha dicho que “hoy la amenaza son los extranjeros, los inmigrantes. Si son musulmanes, doblemente. Porque no son ni europeos ni cristianos. Lo grave es que la derecha tradicional, para cortar el paso a la extrema derecha, copia sus programas. Este miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros será nuestro gran primer conflicto en el siglo XXI”.
El rechazo al extranjero va asociado al populismo, a la derecha extrema, a la intransigencia y en muchos casos al racismo.
Los anhelos independentistas de una parte importante de los ciudadanos de Catalunya deben cimentarse para cada uno de ellos sobre alguna concepción de lo que es la catalanidad.
Hasta la mismísima sacrosanta Constitución Española reconoce los «hechos diferenciales» de la nación (o nacionalidad) catalana. La cuestión es cual de esos hechos diferenciales son percibidos como esenciales y dignos de ser preservados por quienes abogan por la separación.
Afortunadamente, una historia forjada en la inclusión de primero Fenicios, después Griegos, Romanos, Godos, Francos, Árabes, Aragoneses, Franceses, Extremeños, Andaluces, Murcianos, Marroquíes, Argelinos, Colombianos, Rumanos,… nos aleja de concepciones raciales que sí aparecieron en el conflicto vasco y que tan excluyentes son.
Para mí el mayor valor de dicha catalanidad no es la lengua. Existen dos argumentos fundamentales para esta convicción. El primero es que Catalán, Mallorquín y Valenciano, variedades dialectales de una misma lengua no conformán un sentimiento nacional único . Y la segunda, la realidad de una catalanidad no catalano parlante. Personas mucho más preparadas que yo han discutido ya bastante si era o no literatura catalana la que se hace en Catalunya en castellano.
Es para mi el mayor signo de identidad de Catalunya su realidad como Clúster de emprendeduría, industriosidad y vanguardismo cultural. Creo que es especialmente el derecho civil quien sentó las bases para que éste clúster fuera posible, pero ha sido la capacidad de absorción de la inmigración, y eso es una cualidad de las gentes, la que ha permitido preservar la supervivencia del clúster.
Tambíén ha sido un signo identitario la muy poca identificación de las sociedades catalanas con las altas labores de estado. Que el General Prim haya sido el único primer ministro de España catalán en 144 años puede ser presentado por algunos eruditos como una prueba de la «España contra Catalunya» pero yo más bien lo veo como prueba de esta desafección por tales labores. Podríamos hablar de la poca afición a las carreras militares, notariales, diplomáticas y de otros ambitos la alta función pública.
Hoy, inmersos en esta enorme crisis resulta más cómodo achacar la culpa a los demás que reconocer que mientras nos dejaban hacer lo que nos gusta nos inhibimos de actuar e influir en el estado y desde el estado.
Es para mi un deber seguir defendiendo mi idea de Catalunya como cluster motor de progreso y riqueza pero ¿se puede conseguir este objetivo desde una actitud fractaria que como he explicado ataca las propias raíces de esta catalanidad?
Es posible que el estado actual de las cosas, y no sólo entre España y Catalunya, sino por la propia Globalización y la standarización legislativa y cultural que ella comporta (con el empuje de las tecnologías de la información) hagan aconsejable la lucha por un estado catalán propio pero innecesario hacerlo marcando a España como enemiga y porsupuesto imposible de alcanzar sin un cambio de paradigma. No hi ha negoci si no hi ha qui treballi amb mires d’alt servei a l’estat.
Muchas gracias Pere Ramoneda, por tu visión clara, imparcial, sabia y talentuda de la realidad de Cataluña y de España.
Los catalanes según Ian Gibbs, son la simiente de España.
No comment…
Sr.Foix: la cruda realidad es que hoy por hoy son nuestros propios hijos, familiares y amigos los que emigran a otros paises en busca de un trabajo…
No hay lugar a ninguna frivolidad de comentario ni contenido a este crudo articulo del Sr. Foix que aun entre dias festivos y hartazgo nos devuelve de una galerada a la realidad, la de las personas menos afortunadas que nosotros. Sera un buen año si es lo es para todos.
Sr. Foix: Observo que se rechaza más a los pobres y desamparados.
Pero en cambio, se admiten y reclaman a los ricos y sobretodo a los millonarios. Sean Chinos, Paquistanies, Indios, Arabes, Rusos,Africanos, hispano americanos, ect. ect.
Que no importa la nacionalidad, siempre que sean millonarios.
A los pobres se les rechaza y a los ricos se les admite y se les mima.