Las piezas del tablero de Putin

Putin cabalgando con el torso descubierto en una demostración de fuerza personal

Me satisface que Europa no movilice ejércitos para paralizar las acciones de Putin en Ucrania y en la península de Crimea. Parece que ha llegado de nuevo el tiempo de los soldados y las armas. La Gran Guerra se declaró cuando Austro Hungría declaró la guerra a Serbia por el atentado de Sarajevo. Era un magnicidio de consecuencias controlables.

Pero Rusia, aliada de Serbia, concentró a un millón de soldados en su frontera con Alemania. El kaiser Guillermo declaró la guerra a Rusia y desplazó sus ejércitos por media Europa. Un incidente provocaba un gran conflicto mundial que costó la vida a más de diez millones de personas.

Se utilizaron los gases lacrimógenos y se sacrificaron a cientos de miles de soldados en la carnicería de Verdun, la guerra de atrición más miserable de los tiempos modernos.

La Segunda Guerra mundial empezó también por una defensa de la integridad de Polonia por parte de Gran Bretaña y Francia. Alemania invadió Polonia y el primer ministro Chamberlain, como el que juega a cricket, declaró la guerra a Alemania. Rusia seguiría en la invasión de Polonia, prevista en los vergonzosos pactos Ribentropp-Molotov, entre Hitler y Stalin, para repartirse Polonia. También se desató una conflagración de dimensiones mundiales.

La Alemania nazi cayó y el imperio soviético se derrumbó desde dentro. Pero Alemania y Rusia quedaron y resurgieron de sus fracasos. Putin quiere restablecer el orgullo pisoteado en los años noventa. Ucrania es una pieza clave. Y su provincia, la península de Crimea, es todavía más decisiva para los intereses del Kremlin.

Putin tiene la fuerza y la quiere ejercitar. Cuenta con la población rusa que vive en Crimea, con los partidarios de Moscú y con un ejército ucraniano debilitado y prácticamente inoperante. Se ha convocado un referéndum para dentro de diez días. El resultado está escrito antes de celebrarlo.

La mayoría de ucranianos votarán a favor de pertenecer a Rusia como una región con un estatuto especial. Hechos consumados que han pillado a Europa y Estados Unidos sin un plan para reaccionar a esta intervención política y militar en Crimea.

Los movimientos en Crimea y Ucrania han sido acogidos con festivas manifestaciones en la plaza Roja de Moscú. El parlamento ruso apoya el precipitado referéndum en Crimea. Putin se encuentra en la inauguración de los Juegos Paraolímpicos de Sochi alternando largas y tensas conversaciones telefónicas con Obama.

Europa no puede hacer otra cosa que ofrecer diálogo, diplomacia y en todo caso aplicar sanciones económicas. Pero, cuidado, Putin puede cortar el gas que calienta a media Europa. Una espiral de sanciones económicas sería perjudicial para todos.

No es cierto que Europa sea frágil y débil. Como indica José Ignacio Torreblanca, ¿cómo iba a ser posible que la UE, siendo la primera economía del mundo, con 501 millones de habitantes, fuera más débil que una Rusia cuyo PIB es 11 veces inferior al nuestro, cuya población de 142 millones es tres veces y medio menor y cuyo gasto en defensa es una cuarta parte del nuestro?”.

Pero Europa, y tampoco Estados Unidos, están entusiasmados en abrir un frente de tensiones bélicas en Europa central. Se va optar a que Putin, un personaje que piensa más en Pedro el Grande que en Stalin o Lenin, vaya mostrando su musculatura y de un zarpazo a Crimea y al resto de Ucrania, total o parcialmente. No sabe Putin que el tiempo de las invasiones ya no es el nuestro. Rusia será considerada una potencia extranjera en buena parte de Ucrania.

Una reacción de fuerza de Europa sería inútil. No estamos en Munich 1938. El mundo tiene muchas formas nuevas para resistir la presencia de los forasteros. La fuerza de Putin puede ser su gran debilidad.

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