He visitado Cádiz y Roma en una semana. Son ciudades muy antiguas, que impresionan, ciudades en las que las piedras también hablan porque han sido testigos de momentos que han trascendido a su propia existencia.
En Cádiz fui invitado a hablar a la asociación de directivos de diarios españoles. Me interesó la visita al centro histórico de Cádiz, con sus huellas fenicias, romanas y musulmanas. Fue en esa ciudad donde se reunieron en Cortes representantes españoles tras la derrota de las tropas napoleónicas. En Cádiz se centralizó el comercio con América y en las inmediaciones de su bahía se libraron batallas navales de gran envergadura entre armadas españolas, francesas y británicas. Los nombres de Essex y Nelson todavía resuenan en sus reformadas calles, iglesias y monumentos.
Fue en la iglesia de San Felipe Neri donde la palabra libertad fue introducida en la primera Constitución, la de 1812, que muy pronto cumplirá dos siglos. No diré que los españoles hayamos hechos un mal uso de la libertad sino que la hemos utilizado con demasiada frecuencia para destruir la libertad del otro sin demasiados escrúpulos ni miramientos. Siempre habrá que volver a Cádiz cuando la libertad de unos quiere machacar la de los otros.
La otra visita ha coincidido con la celebración del Consistorio de la creación de nuevos cardenales de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI. Gran boato y esplendor alrededor del baldaquino de San Pedro mientras el Papa hablaba a los nuevos purpurados venidos de todo el mundo. No se dirigía, lógicamente, sólo a los tres nuevos cardenales españoles, entre ellos al barcelonés Lluís Martínez Sistach, persona ponderada y querida en Tortosa, Tarragona y Barcerlona donde ha ejercido como obispo.
Mientras seguía la ceremonia me acordé del último libro del Papa bávaro, Jesús de Nazaret, del que voy a citar un párrafo: “en el curso de los siglos, bajo distintas formas, ha existido esta tentación de asegurar la fe a través del poder, y la fe ha corrido siempre el riesgo de ser sofocada precisamente por el abrazo del poder. La lucha por la libertad de la Iglesia, la lucha para que el reino de Jesús no pueda ser identificado con ninguna estructura política, hay que librarla en todos los siglos. En efecto, la fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios”.
Es un mensaje universal pero recomendable siempre en nuestro país.
Publicado en La Vanguardia el 27 de noviembre de 2007
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Huy, con la iglesia hemos topado.
Sr Foix:La fe ha sido sofocada por el abrazo del poder y por el excesivo boato y esplendor de sus jerifaltes.Indigna saber lo que vale un disfraz de cardenal y constatar que un sacerdote de parroquia cobra 800 euros al mes.Demasiado boato,demasiado lejos de aquel Jesús de Nazaret que nos emocionaba.Un saludo
"La fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios”. Esto ha sucedido y sucede más veces de lo deseado.
J.Vilá/Barcelona.
Sr.Foix: Hace más de quinientos años que hubo dos Papas españoles.
Al parecer, sus cuerpos reposan en las grutas vaticanas. Calixto III, fallecido en 1458 y Alejandro VI, que falleció en 1503, ambos emparentados con la familia Borgia. En el sarcófago consta, "aquí están enterrados dos papas españoles", pero es una suposición, ya que allí sólo hay restos de uno de ellos, por lo que el sarcófago español es objeto de estudio e investigación. Dos Papas que hemos tenido y nos desaparecen los restos de uno, espero y deseo que la Curia si no puede resolver el secreto y aunque después de quinientos años ya no nos corre prisa, nos nombre al tercer Papa en la próxima fumata.