Una de las observaciones que anoté en las interesantes sesiones del 50 aniversario del Cercle d’Economia este fin de semana la dijo Javier Solana al referirse a Irán y sus complicadas relaciones con Occidente.
Irán, dijo, tiene que escoger entre si quiere ser un estado o quiere ser una causa. Solana tiene un cargo que lleva el largo título de Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea.
Este largo epígrafe indica la complejidad de su gestión, las frustraciones experimentadas en los palacios del poder mundial y conocer en directo las miserias de los grandes. El secreto de este físico dedicado apasionadamente a la función pública es que se levanta muy temprano, trabaja de sol a sol, tiene una gran memoria y ha construido un discurso muy estructurado, al que va incorporando situaciones nuevas, nuevas caras de dirigentes internacionales y las corrientes de pensamiento político y cambios económicos que se producen en el ancho mundo por cuyos pasillos transita como Tartarín de Tarascón por los corredores de su casa.
Su observación sobre los estados y las causas me evocó lo que puede pasar en Catalunya en tiempos de frenética actividad congresual en los que los partidos pueden caer en la tentación de poner la causa por encima de los intereses y voluntades de la mayoría de los que vivimos en una nación que, evidentemente, no es un estado pero no por ello tiene que contentarse con ser sólo una causa.
Sé que puedo contrariar o molestar a más de uno si digo que una de las dificultades mayores para alcanzar la independencia de Catalunya son los independentistas que piensan que se puede pasar de ser una comunidad autónoma a un estado pronunciando discursos independentistas que van más al corazón y a las emociones de los catalanes que a la realidad que viven muchas gentes en Catalunya.
Los que lideren este proceso independentista tendrían que tener más en cuenta la realidad internacional, los debates de fondo que circulan en el mundo, viajar mucho más, saber idiomas, haber obtenido doctorados en universidades extranjeras, familiarizarse más con el “poder blando” que es la mejor armadura para que se nos respete ahora y se nos tome en serio en el futuro, tanto si somos un estado como si formamos parte de la realidad peninsular dentro del espacio de la Unión.
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A mi lo que se me está indigestando son las mentiras que nos dijeron algunos para ganar las elecciones, (deberes hechos)(superavit)(400 euros)(ley de dependencia)(crecimiento al 3%)(ayudas al alquiler)(desaceleración suave)etc,etc,etc.
Resuelta cada día más cansado escuchar como los partidos políticos nacionalistas continúan viviendo de amenazar con irse a no sé dónde, viven de eso, de amenazar y de jugar a un juego que saben que carece de posibilidades.
E.Dalmau.
Lluís, no es momento para aventuras, pero algunos partidos hacen agua por todos lados.
Interesante reflexión final que tendría que hacer pensar a más de uno. Soy abiertamente independentista y usted da en el clavo cuando afirma que la independencia no se va a conseguir sólo pronunciando discursos sobre las bondades de la nación catalana. Hay que articular un proyecto de país en todas sus dimensiones y esto no se hace en cuatro días. Se necesita gente preparada y que conozca "mundo" como usted ha dicho.
Sr.Foix: El fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola, aconsejaba a los miembros de la Compañía no hacer mudanzas en tiempos de tribulación. Veo que ahora en plena desaceleración, ralentización o si se me permite la licencia semántica "Chiquicrisis",algunos se lanzan a mudarse hasta la camisa de toda la vida, mal asunto…