Suele comentar el notario López Burniol con el rigor que le caracteriza que deberíamos acostumbrarnos a decir en público lo que decimos en privado. El políticamente correcto se ha instalado cómodamente en el ámbito público hasta el punto que cuando alguien comenta lo que dice en una tertulia de café produce una gran sorpresa por no decir un trastorno.
Decir lo que se piensa es cada vez más arriesgado si va en contra de lo que conviene decir. Los periodistas desplegamos las velas con el viento a favor y de vez en cuando incluso navegamos a contra corriente. Indro Montanelli, un profesional de una raza que está en peligro, decía que sus únicos amos eran los lectores. Y nadie más. Cuando Berlusconi le echaba de un diario, fundaba otro. Y así hasta el final de sus días, nonagenario, convirtiéndose en una referencia para el periodismo independiente del siglo XX.
Pero cuando un político dice lo que piensa, es noticia. Es lo que ha hecho David Cameron, líder de los conservadores británicos, que se ha plantado en Glasgow donde se disputa el acta de diputado que históricamente ha sido un feudo de los laboristas. Cameron lleva una ventaja de 20 puntos en las encuestas sobre Gordon Brown. Y En Glasgow ha pronunciado un discurso políticamente incorrecto.
Ha hablado de la sociedad rota, de una sociedad que ha perdido el sentido de la responsabilidad personal, de la responsabilidad social, de la decencia y “sí, también de la moralidad pública”. No se sabe si es lo que los británicos quieren escuchar, pero Cameron lo ha dicho y habrá que esperar la elección parcial del 24 de julio para comprobar si su discurso moralizante es valorado por uno de los distritos electorales más pobres de Escocia. De hecho, es lo que intentó John Major imitando a Thatcher y perdió o lo que decía Tony Blair en su primera campaña electoral y ganó tres elecciones consecutivas.
Ahora lo proclama Cameron desde tesis conservadoras diciendo que “preferimos la neutralidad moral, nos negamos a emitir un juicio sobre lo que está bien o lo que está mal. Malo o bueno, correcto o incorrecto. Estas son palabras que nuestro sistema político casi no se atreve a utilizar”. Las drogas, la obesidad, el abuso del alcohol, “son acontecimientos externos como una plaga o el mal tiempo”.
Exactamente igual que en nuestro universo político, catalán y español, donde la valoración moral de los actos públicos es irrelevante.
Yo tampoco le veo solución al tema moral en la actividad pública.
Un saludo,J.Vilá.
Sr. Foix: Cuando el ejercicio de la profesión nos lleva a tratar con mucho tipos de personas ,como es el caso de un político ,nos encuentramos con barreras morales que no entiende ni el propio individuo.
Esas barreras morales cuando está en una tertulia de café, se las puede saltar él mismo y le sirven para que sea consciente de que esa moralidad de la que puede hablar, como es el caso del propio Cameron ,se la salta en su vida cotidiana.
Justamente,cuando la ley intenta transformarse en una moral es cuando distorsiona su función social,cuando encapsula al individuo,cuando masifica y anula a los habitantes de un pais.
La moral en todos los ámbitos no se ha perdido ,sólo hace falta recordarla..
Un saludo.Balanza.
///ENRIC///
Si, es misión imposible conseguir que la moral impere en la política, acabamos de tener un claro ejemplo con el caso Vilaró.
Totalmente de acuerdo con López Burniol. Menos claro tengo que lo políticamente correcto -antes se llamaba hipocresía- sea un mal de nuestro tiempo. Decir lo que se piensa es importante, pero no lo es menos pensar -y decir- rectamente. El problema, a mi modo de ver, es que la reacción contra la doble moral y la hipocresía nos empujó al todo vale y al desarme ético. Se sale del fuego para caer en las brasas.
Lluís, esto ya es un sálvese quien pueda.
Sr.Foix: En política de la moral sólo se habla cuando se está en la oposición, que nuestra sociedad necesita una renovación moral es algo evidente, pero poner el cascabel al gato es difícil. Hoy los padres más previsores apuntan a sus hijos quinceañeros al partido político de turno, de la misma forma como antes te apuntaban a catequesis.
Cameron ha puesto el dedo en la llaga, pero cambiar la moralidad pública se me antoja una misión para el agente 007.