El más duro ataque en solitario al totalitarismo soviético lo lanzó Alexander Solzenitsin desde dentro del sistema, desde sus vivencias dramáticas en los campos de concentración, desde las convicciones y con la palabra que rebatía las mentiras oficiales de un régimen que se sostenía sobre el engaño, el miedo y el sufrimiento de millones de soviéticos.
Solzenitsin fue un personaje incómodo que estorbaba en el Kremlin y en la Casa Blanca. Estaba en juego el equilibrio de poderes de las potencias y este héroe de la guerra contra Hitler, decía verdades que comprometían los intereses en juego. Kissinger consiguió que el presidente Ford no lo recibiera después de haber sido galardonado con el Premio Nobel para no perjudicar una cumbre con Breznev.
Hasta el final de sus días la figura de Solzenitsin fue la de un profeta incomprendido por desbaratar la mentira y contar el sufrimiento de millones de soviéticos que se podrían en los helados campos de concentración. Fue un gran escritor que relató lo más indigno de la condición humana, también en la miserable convivencia entre los condenados.
En 1944 fue condenado a ocho años de cárcel por haber escrito a un amigo refiriéndose a Stalin como el hombre del bigote. Su primer cautiverio le convirtió en un solitario escritor que se empeñó en explicar lo que veían sus ojos, denunciar la mentira y pechar con las consecuencias de aquel sistema que represivo y sin escrúpulos.
A Solzenitsin le salvó la literatura, la palabra, la explicación de unas verdades que los totalitarismos no toleran. El régimen cayó porque el hombre nuevo que pretendía destruir era tan viejo y tan frágil como el de hoy y como el de hace siglos.
El asalto bolchevique al poder fue denunciado por Ivan Bunin en sus “Días malditos” en 1918 diciendo que “hay tanta mentira que uno podría ahogarse en ella”. Bunin fue el primer Nobel de Literatura ruso en 1933. Los intelectuales occidentales que visitaron la URSS escribieron maravillas. El libro de Josep Pla sobre su viaje a Rusia no merece leerse.
Pero hubo excepciones notables que denunciaron las mentiras de los totalitarismos. Arthur Koestler, George Orwell, André Gide deslegitimaron moral y políticamente el stalinismo. Algunos políticos de la familia comunista no lo han hecho hasta hace unas semanas.
Cuántos crímenes, cuántas mentiras, cuánta confusión para proteger y salvar una idea que en la práctica iba en contra de la personas. Recuerdo la entrevista que Televisión Española hizo a Solzenitsin después de ser expulsado de la Unión Soviética en 1974. Sería interesante su reposición para ver cómo se le menospreciaba tildándole de loco, monárquico, reaccionario y antisemita.
La propaganda de Moscú seguía persiguiéndole a través de sus satélites intelectuales occidentales. Vergonzoso.
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Da vergüenza confesarlo, pero yo era entonces un joven progre que se tragaba acríticamente cualquier cosa que viniera de la izquierda. Qué largos y tortuosos caminos hemos recorrido…
Inolvidable su testimonio de la atrocidad.
Descanse en paz.