Leopoldo Rodés se ha ido de repente. Accidente de tráfico. Ochenta años. Era un empresario, emprendedor, dinamizador cultural y hombre de visiones amplias y generosas. Hoy hace una semana almorzaba en su domicilio. Era un encuentro habitual, dos o tres veces al año, en el que repasábamos la situación local y global. Intercambio de puntos de vista.
Por su casa de Pedralbes han transitado políticos, escritores, periodistas, empresarios y personas de la cultura. Leopoldo creía en las formas y en la importancia del respeto al otro. Era optimista. Sabía de las flaquezas humanas y también de la capacidad de los hombres y mujeres para transformar las cosas.
Había generado su patrimonio en el mundo de la publicidad. Barcelona ha producido grandes publicitarios, imaginativos, constantes, atentos al cambio de los tiempos. Leopoldo detectaba los problemas pero no se cruzaba de brazos. Había que actuar y se ponía en marcha. Con la elegancia de un burgués desacomplejado que podía hacer suya aquella frase de Shakespeare de “sé sencillo pero en modo alguno vulgar”. Si algo le preocupaba a Rodés de los tiempos que corren era que se cayera en la vulgaridad. Elegancia y prestancia.
El éxito de los Juegos Olímpicos de 1992 se debe a Juan Antonio Samaranch y Pasqual Maragall. Pero en tercer lugar habría que situar a Rodés que dedicó dos años de su vida a viajar por todo el mundo para convencer a los miembros del COI de las ventajas de Barcelona. Y lo consiguió.
Sus relaciones se movían en un océano sin orillas. La semana pasada me hablaba de su última conversación con el ex presidente Bush, padre, al que trataba con una cierta asiduidad. Decía que a su hijo, ex presidente también, le llamaba simplemente W y que el que más madera tenía para sucederle era Jeb Bush. Lo veremos el próximo año.
Conocía a reyes, presidentes, ministros, financieros y magnates de la comunicación. Tenía una cierta idea del complejo mundo que le había tocado vivir. No le gustaba ser mediático. Pero lo era. Su propia presencia pulcra, cuidada, solemne, impresionaba. Supo tejer complicidades con mundos próximos o lejanos. Era un hombre de acción desde una discreta pero nunca desapercibida presencia.
Vivía con la holgura de los grandes burgueses catalanes que tanto han hecho por el país. Desde Barcelona tenía puestas las antenas en Madrid, Bruselas, Londres y Nueva York. Escuchaba y sonreía con el aire señorial de los príncipes del Renacimiento.
Excel.lent article, Lluís !
“sé sencillo pero en modo alguno vulgar”. Si algo le preocupaba a Rodés de los tiempos que corren era que se cayera en la vulgaridad. Elegancia y prestancia.
Comparto totalmente.Vivimos immersos en la vulgaridad ,en muchos( demasiados) ámbitos…lenguaje,vestimenta,actitud, modales.Las formas son, también, importantes.
Lamento Sr Foix tenga que escribir necrológicas pero así es la vida…
El teu comentari d’alguna manera em recorda i es relaciona amb el comentari que davi g i BartoloméC feien en l’ últim article del Sr. Foix, a propòsit de que sembla que es premía la mediocritat per sobre de l’ exelència….Les formes també són importants, estic d’acord…com més mediocre és la societat, més mediocres són també les formes…o potser unes formes tan mediocres, són el réflex d’una societat també mediocre….
Sr.Foix: las cosas no salen de la nada, precisan de personas que las sueñen, que las piensen, que las desarrollen, que las hagan realidad…a esas personas hay que respetarlas y valorarlas en su tarea…Rodes era una de esas personas y el problema es que esas personas no se improvisan…
Descanse en paz.