Una irresponsabilidad forzada recorre los ámbitos de poder europeos. Los gobiernos mandan menos porque no tienen que rendir cuentas a los que les han votado sino a instancias superiores que prácticamente imponen criterios económicos, financieros, casi matemáticos, como si las personas fueran objeto de mercadeo siempre a la baja. Esta situación provoca una extraña sensación…