La suerte no la planificó Jürgen Klinsmann en 2004 cuando fue designado entrenador alemán. Ni tampoco Joachim Löw que fue su más próximo colaborador hasta que en 2006 le sucedió. No fue una cuestión de suerte cuando Mario Götze inclinó definitivamente la balanza a favor de Alemania. Detrás quedaban años de un equipo físicamente robusto…